Hace, no recuerdo cuánto
tiempo, no me siento tranquilo para leer cualquier publicación
escrita en papel sin mirar de reojo el reloj. Curiosamente, me he
acostumbrado a leer rápido cualquier texto que llega a mis manos. El
ritmo frenético en el que vivimos no nos deja disfrutar, sin prisas,
de una lectura placentera. Saborear las palabras, detenerse durante
unos segundos para masticarlas.
Queremos aprovechar al
máximo cada segundo y sin embargo estamos convirtiendo en mediocre
nuestro tiempo. Buscamos abarcar cuantas más cosas mejor: cursos de
reciclaje profesional, idiomas, trabajo, voluntariado, ocio, amigos y
algún otro quehacer extra. No dejamos ni que nuestro café matutino
se enfríe, a pesar de ser uno de los primeros disfrutes diarios.
Quizás debamos
reflexionar y aprender a renunciar. Aprender a que no somos dioses y
que no hay más de 24 horas al día, de las cuáles 7-8 horas
deberían ser para dormir. Y cuando digo dormir es dormir, no dar
ninguna cabezada ni cerrar los ojos. Dejémonos de tanto selfie y
foto y contemplemos la belleza de aquello que nos rodea durante unos
instante. Que pare el tren que aquí me bajo yo.
¿Has probado a dejarte un hueco completamente vacío en tu agenda? ¿Te da miedo?